martes, marzo 01, 2005

 

Hay quienes se dan humos y quienes viven de ellos

Los prohibicionistas coinciden en que no es la nicotina la substancia que indican como cancerígena, sino otros componentes del humo, en particular el alquitrán y los polvos finos. Estas substancias serían también responsables de varias enfermedades pulmonares y de otros tipos de cáncer (boca, esófago, etc.). Se trata por lo tanto de los elementos que el humo de tabaco tiene en común con los humos producidos por la combustión de otros vegetales, y no el que lo diferencia, o sea la nicotina.


No he podido encontrar ninguna investigación sobre los peligros del humo "pasivo" de incienso, por ejemplo. Un vegetal quemado en grandes cantidades en algunas iglesias católicas (en Santiago de Compostela usan hornillos gigantes colgados del techo con cadenas, que agitan por medio de cuerdas). Muchos antifumadores aman el humo de incienso; un matrimonio conocido que reacciona ferozmente contra el más ligero aroma de tabaco mantiene en su casa una densa atmósfera de humo grisáceo, producido por bastoncitos de incienso ubicados estratégicamente. Parece creer que lo que hace mal es el aroma que odian, y no los alquitranes y polvos del humo que aman.



En tiempos modernos la forma de contaminación ambiental representada por el humo vegetal puede ser recordada con nostalgia. El motor a combustión impregna la atmósfera urbana de nuevos y mortales humos. No se trata solamente de la cantidad de polvos finos que agreden los pulmones; hay que considerar también la calidad de sus componentes. La parte céntrica de la ciudad de Bologna, por ejemplo, con sus largas recovas cerradas, es una verdadera cámara de gas. Quienes tienen ventanas a la calle las conservan permanentemente cerradas: nada hay menos sano que una bocanada de aire externo. Cuando la presión atmosférica y la niebla se cierran contribuye un segundo factor: el uso generalizado de dispositivos de calefacción alimentados a petróleo. Los ojos lagrimean, la garganta se cierra y se fatiga a respirar.



Sin embargo James Repace, el doctor Strangelove del fundamentalismo antifumador, sostiene que el humo de tabaco "contiene hasta 50 veces más de partículas cancerígenas que el emanado por vehículos en carreteras en horas de mayor tránsito". Y se refiere al humo ambiental, o pasivo, y no a la inhalación directa.


Por amor a la ciencia propongo al doctor Repace el siguiente experimento:

1) Conectamos un tubo de goma al escape de un automóvil en funcionamiento;

2) Yo enciendo mi pipa, y por cada bocada de humo de tabaco que aspiro, el doctor Repace toma una bocada de humo del tubo.


Si la tesis de Repace es correcta (y no dudo que lo es, dada su fama científica) después de cuatro o cinco pipas yo caeré gravemente intoxicado, mientras que él seguirá aspirando olímpicamente de su tubo, sin ningún daño para su salud.


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