martes, enero 18, 2005

 

Una vida en humo

Tengo 66 años, y fumo desde los 18, casi medio siglo de tabaco. Estoy en buena salud y en plena actividad. Puedo esperar vivir otros diez o quince años, por supuesto fumando mientras pueda hacerlo. Fumo porque quiero hacerlo, porque es parte de mi cultura y de mi identidad. Porque leo y escribo fumando, tomando café y escuchando música, y paso así la mayor parte del día, ocioso y productivo a la vez. Porque esta es mi vida y mi cuerpo. Porque el libro, el papel en blanco, el tabaco, el café, la música y ahora también la computadora hacen de mí quien soy.



“¿Y después de los ochenta?” Eso me dice el señor con el dedito levantado. Después de los ochenta la pálida y demacrada cosechadora nos irá bajando uno después de otro, hasta que no quede ninguno. Ricos y pobres, tontos e inteligentes, santos y pecadores, fumadores y no fumadores, y hasta los señores con el dedito levantado. Vivir conduce a la muerte, pero lo hace lentamente y mientras tanto… qué maravilla amigos, vivir intensamente, gastar esta llamita que somos como se debe, produciendo una luz intensa y firme.

“¡Qué escándalo!”, insiste el del dedito. “Una vida de disipación y todavía se muestra orgulloso”. Es significativo que este tipo de moralista use como sinónimo de vicio el verbo “disipar”, que significa “Desperdiciar, malgastar la hacienda u otra cosa”, “desvanecerse, quedarse en nada”, pero también “evaporarse, resolverse en vapores” como el humo del tabaco, precisamente. La suya es una filosofía del ahorro y del atesoramiento; gastar es pecado, retener es virtud. Esta clase de personas hace bien en no fumar; si lo hiciera se negaría a expeler el humo, y terminaría reventando como un sapo.



Cuando de vivir se trata gastar es tener; el beso dado, la palabra regalada, la energía consumida enriquecen y no empobrecen. Nada enriquece más que gastar sin esperar contrapartidas, sin llevar contabilidades de entradas y salidas. El bien donado se disipa como el humo del tabaco, pero nos enriquece porque enriquece la red de humanas conexiones en la que vivimos. En todo caso es esta red la que nos da la esperanza de vencer a la muerte, de seguir viviendo en los otros. Cuando hayamos dejado de vivir nuestros dones quedarán, mientras que el cuerpo que el salutista ha cultivado morirá con él. La mortaja no tiene bolsillos, pero tampoco tiene espejos.

Comentarios:
Complimenti per l'idea del tuo sito!

Ho provveduto a linkare in www.pipaergosum.it

se sei di bologna ci si potrebbe anche incontrare, io sono di Padova

Tzi
 
Non ho ben capito come fare per mandarle una mail.

la mia è:

redazione@pipaergosum.it

tzi
 
Me encata tu blog, me encantan tus argumentaciónes sobre el humo y el tabaco y esas cosas. Estoy completamente de acuerdo en esta cuestión de que vivir, muchas veces, es el gasto improductivo, el dispendio...
Un saludo. Valeria
 
Considerando que el tabaco impide que las células reciban el oxígeno que es debido, eso de que estás en buena salud, ¿que quiere decir? ¿que tú te lo puedes creer? Pues tú verás. Además, si me quieres decir que tienes una capacidad pulmonar normal para tu edad ... eso no te lo crees ni tú. Siendo médico además, ¡qué vergüenza!
 
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