domingo, febrero 13, 2005
¡Aquí se fabrican las pruebas, Marlowe!
Giovanni tiene 54 años, y es un ferroviario de Bolonia, Italia, cercano a la jubilación. Hace unos días el médico le entregó el siguiente diagnóstico: "Posible cáncer al pulmón. El sujeto fuma". En su ficha clínica dice también que es ferroviario. Pero no dice que durante casi veinte años trabajó emparejando el pedregullo, alineando las durmientes (traviesas para los españoles) y ajustando los bulones (tornillos grandes en España?) que tienen firme la vía en el terraplén. Y que precisamente en ese terraplén se encontró un elevadísimo contenido de amianto a lo largo de kilómetros de vía, probablemente como consecuencia del transporte de rellenos extraídos de viejos coches ferroviarios desmantelados, transportados después en vagones abiertos y sin ninguna precaución. Ahora bien; los viejos vagones fueron desmantelados porque el amianto se desintegra en microscópicas agujas, que se incrustan en el tejido pulmonar y son una importante causa de cáncer.

Para los investigadores epidemiólogos no hay duda: el pobre Giovanni es una víctima del vicio del tabaco. De ninguna manera puede hacer causa a la compañía ferroviaria, que lo mandó a trabajar en un sitio contaminado sin ninguna protección, y que transportó por años un material altamente peligroso sin precaución alguna. Porque la culpa es suya, por vicioso. Y si Giovanni no fumara habrían descubierto que sí lo hacía su mujer Mara, que sería entonces la culpable. Un círculo perfecto.

No menos de cuatro de cada cinco investigaciones sobre la relación entre el cáncer y el tabaco se apoyan exclusivamente en fichas clínicas de pacientes de hospitales. Y esas fichas contienen poca información, para peor ideológicamente orientada. Preguntan la profesión, pero no la naturaleza concreta del trabajo ni el ambiente en el que se desenvuelve; menos todavía se ocupan de las condiciones de habitación, ni del nivel de contaminación urbana, ni de la historia del sujeto. No sabemos si fue voluntario civil en Kosovo, contaminado por los proyectiles de uranio norteamericanos, ni sabemos qué aire respiraba en su trabajo anterior. ¿Cuántos Giovanni hay en las investigaciones que condenan el tabaco? Probablemente no lo sabremos nunca, porque los médicos que hacen las fichas clínicas no se interesan en las condiciones de vida y trabajo de las personas, como algunos grandes médicos del pasado, y porque los epidemiólogos dan por buenas las fichas que encuentran, porque les conviene para demostrar lo que quieren demostrar.